En plena época de vendimias en Chile, hace bien darse una vuelta por el único valle vitivinícola chileno reconocido como Great Wine Capitals. Nos referimos a Valparaíso – Valle de Casablanca. ¿Dónde empieza el valle y dónde la mesa? Buscando esa conexión a llegamos a Viña Kingston en Casablanca y al Restaurant La Caperucita y el Lobo en Valparaíso: 2 opciones para vivir el vino y sentarlo a la mesa como corresponde.
María Estela Girardin – periodista @estela_girardin
No hay un lugar. Hay 2 lugares en los que el mar se confunde con las nubes y se encuentra con el vino: es el valle de Casablanca y la ciudad de Valparaíso. Una fraternidad que los sitúa como la única Gran Capital Mundial del Vino chilena, compartiendo sitial con Burdeos, Napa, Cape Town o la Rioja. Un mérito que de vez en cuando hay que comprobar. Y así lo hicimos.
De Casablanca nos salimos de la ruta 68 y nos metimos hacia Las Dichas para visitar la Viña Kingston que tiene una propuesta de enoturismo tradicional pero que sigue siendo familiar, 5ta generación de la familia Kingston. Buscando cobre y oro en 1918 C.J. Kingston llegó desde Michigan hasta Casablanca, pero no fue la minería lo que lo ancló a Chile. Echó raíces más profundas abriendo una lechería que funciona hasta la actualidad. Motivados por lo que veían a su alrededor, en 1998 plantaron vides de Pinot Noir, Merlot y Syrah solo con la idea de vender la uva, pero al poco andar se dieron cuenta de que la mejor evidencia de la calidad de su fruta, era el vino. ¡Tenían que elaborar su propio vino! Y así lo han estado haciendo desde 2003 a través de las cepas más reconocidas de Casablanca: sauvignon blanc, chardonnay, pinot noir y syrah, más su rosé y late harvest. Una producción que es vendida casi en un 80% en USA.
Volvamos al tour. No se confundan con la grandiosidad de su arquitectura que es moderna y un deleite que se muestra de a poco al visitante, porque sigue siendo una visita personalizada y eso se agradece. Se nota que es un proyecto pensado. Por algo el complejo que recibe al turista, es decir, la bodega, sala de barricas y el restaurante con sala de ventas y mirador fueron diseñados por Juan Carlos Sabbagh y Gonzalo Cardemil. Un proyecto tipo ciudadela que se terminó el 2006 y que acaba de ser reconocido regionalmente en los Great Wine Capitals Awards 2025 precisamente con el Premio Arquitectura y Paisaje. Más allá de los galardones, el paisaje se hace sentir con grandiosas vistas sobre este sector de Casablanca – salpicadas por monumentales esculturas de granito de Mauricio Guajardo. La mañana avanza naturalmente sobre las parras de sauvignon blanc, se encarama hacia los cuarteles de syrah y, así, desde las alturas, vamos conociendo la evolución de la viña desde sus primeras uvas plantadas en 1998, la participación de las mujeres de la familia en el vino hasta su real compromiso con la sustentabilidad.
¡A la mesa, please!
A la hora de descorchar y conocer los vinos de la familia, hay 3 opciones: la Cata Premium, Cata Premium Pinot Noir y el Almuerzo con maridaje de 5 tiempos. No importa la opción, siempre seremos recibidos con una copa de Rosillo, un rosé memorable. La Cata Premium incluye vista ininterrumpida sobre el valle, 5 copas listas para ser llenadas de Cariblanco, Sabrino, Tobiano, Alazán y Lucero; una muestra de quesos locales de Cocaví, pan local y trufas de chocolate.
La opción con almuerzo y maridaje de 5 tiempos muestra el ADN de Kingston – su hospitalidad – y si pueden tomar esta opción, es lo mejor. En cada plato está la huerta, lo crudo, lo cocido, el mar y el secano, todo bien maridado por el enólogo Andrés Campaña y el chef Daniel Colmenares que acaba de incorporarse y promete más producto local todavía. De lo que probamos, destaco la corvina (pesca del día) con puré de remolacha y setas salteadas acompañada de un Pinot Noir CJ’s Barrel 2021, un vino hecho con el sol mañanero. ¡Fue una pequeña clase de enoturismo en el plato! Y la evidencia de que por algo obtuvieron el oro mundial como Mejor turismo de vinos 2025 en el concurso “Best of Wine Tourism”.
Final feliz en La caperucita y el lobo
Otra historia familiar se teje entre los cerros de Valparaíso, pero no cualquier cerro, ni casa, ni cocina. Se trata del restaurante La Caperucita y El Lobo a cargo del cocinero Leonardo de la Iglesia que en enero de este año cumplió 12 años haciendo honores a una cocina casera y local, bien cuidada en sus detalles y, por lo mismo, unida desde los inicios a los vinos de Casablanca.
Decía que no es cualquier cerro ni cualquier casa porque visitar La Caperucita es llegar a la plaza Victoria, pasar delante de otro clásico porteño como el Bogarín y encaramarse unos 200 metros por una de las calles más empinadas de Valparaíso, Ferrari, en el cerro Espíritu Santo. Y así se entra a una casa blanca de 2 pisos con vista panorámica que guarda la memoria de la familia Gatica. Una historia que se enlaza con la cocina a través de Carolina Gatica, chef pastelera y esposa de Leo. Y que se transmite a un equipo joven y eficiente en el que destaca el sous-chef Claudio Porcel.
Vamos a la mesa del almuerzo. El verano nos llegó directo al plato con una entrada de tomate y ajo blanco infusionado con distintas hierbas y notas de cacho de cabra, dressing de cebolla y hojitas de primer brote que acompañamos con un Pinotel de Bodegas Re, 2022. Ustedes dirán, qué importa la edad de los brotes o la cebolla, pero en La Caperucita todo importa y, al mismo tiempo, parece un acto improvisado imposible de repetir. Pero aquí la magia lleva 12 años. Eso habla de experiencia, seguridad y adaptación en lo que hacen. ¡No hay más que agradecer y terminarse el plato! Del tomate nos fuimos al mar con unos pejerreyes en escabeche sobre una ensaladilla de jaiba, rabanitos encurtidos, salsa tártara y dressing de alioli y gel de limón que acompañamos con un Sauvignon Blanc Veramonte 2023. Con el mismo vino, seguimos con un tiradito de reineta curada al jugo de frutillas y luego unos ostiones confitados. Cada plato sabroso y total.
La carta de La Caperucita y el Lobo, en alusión a su nombre, avanza como un cuento de hadas con final feliz: tiene pastas frescas, carnes y pescados, tiene cuchareos y pausas para compartir un bocado, es tradicional pero evolucionada al mismo tiempo. Es moderna y de la abuelita. Es para turistas y locales pues comes lo que ves, la comida es sabrosa y no solo un arte del montaje.
También es un restaurante que hace su trabajo en identificar y apoyar a productores locales, usarlos en estación y crear comunidad con ellos: ahí está Andrés Kaftanski de Microgreens, Aldo Madrid de Granja Marina y Sebastián Vicencio de Huerta Nativa. Por eso se entiende y aplaude el 1er lugar obtenido en la categoría Restaurante en el concurso “Best Of Wine Tourism” 2025 del Great Wine Capitals. ¿Cómo alcanzar el mismo nivel sublime con los vinos? ¿Cómo reinventar el cuento clásico en más lugares de Valparaíso y Casablanca como lo ha hecho Leo y su equipo? Allí hay un desafío abierto para que más viñas de Casablanca se acerquen a La Caperucita y a todos los restaurantes, grandes y pequeños, de Valparaíso.
Links útiles
@kingstonvineyards
https://www.kingstonvineyards.com/
@lacaperucitayellobo
@laboticadelcocinero
@granjamarina.cl
@huertanativa.cl
https://www.greatwinecapitals.com/capitals/valparaiso-casablanca-valley-chile/
