Ocho años han pasado desde que Marisol Araos dejó Santiago para instalarse con su marido José Román, sus hijas Lina y Arianne, camas, petacas y sueños en la localidad de Rinconada de Silva, en la comuna de Putaendo, Región de Valparaíso. Ella era dueña de casa y su esposo trabajaba en una zapatería, hasta que quedó cesante. Buscaban nuevas oportunidades y se integraron a la vida rural de inmediato, primero como productores de forraje y luego de leche de cabra, a través de la empresa familiar Lácteos Caprigo.
A este último rubro derivaron por cosas del destino: Su hija Arianne sufría de intolerancia a la lactosa y Marisol se enteró de que la leche de cabra era muy parecida a la materna y una buena alternativa para enfrentar este trastorno. Por esa razón decidió comprar un par de estos animales y aprender a ordeñarlos. A poco andar se dio cuenta de la potencialidad productiva que tenía esta actividad, por el fácil manejo y nobleza del ganado caprino.
Fue así como con esfuerzo y perseverancia, Marisol echó a andar su emprendimiento y comenzó a elaborar con gran éxito quesos gourmet con especias, pero al final optó sólo por producir queso semi maduro. Sin embargo, su producto estrella, con el que ha logrado más reconocimiento, es el manjar de leche de cabra, 100% natural, sin aditivos ni preservantes, que está a la venta en la Tienda Mundo Rural de la estación del metro Pajaritos, los locales Aldea Nativa y Della Natura de Santiago, Aldea Urbana de Concepción y la Feria Gastronómica de El Tabo, entre otros.
Los comienzos
“Partí con una decena de cabras y llegué a tener más de 200, pero la prolongada sequía me hizo retroceder y me vi en la obligación de comenzar a venderlas para poder sobrevivir. Al final me quedé con 50. Hoy trabajo con alrededor de 80 y con tres reproductores, la gran mayoría de raza Saanen”, cuenta la emprendedora, que ha desarrollado su negocio con apoyo del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP), servicio dependiente del Ministerio de Agricultura.
Un aspecto importante en su trabajo es el manejo que le da al ganado, al que trata “con respeto, en un ambiente tranquilo y sin estrés, alimentado con alfalfa y agua pura”, lo que redunda en un producto distinto, de la mejor calidad, asegura Marisol. “Mis cabritas son todo para mí, no sé qué haría sin ellas. Son amorosas, nobles y cada una tiene su propia personalidad. Me preocupo de que tengan buena alimentación y un dormitorio fresco para que sean cabritas felices y produzcan la mejor leche”, dice.
Tan cercana es la relación con sus cabras, que a muchas les ha puesto nombre, sobre todo a las más antiguas y a las que ha debido alimentar con mamadera. “Están La Modelo, La Pintada, La Patitas Blancas, La Manchita, La Minipimer”, cuenta entre risas. “Son como mascotas cuando una tiene un trato cercano con ellas; me buscan cuando se sienten enfermas o cuando quieren forraje o agua”.
La producción de quesos comenzó en forma simultánea a la llegada de las primeras cabras: “No tenía idea cómo se hacían los quesos, así que entré al Programa de Desarrollo Local (Prodesal) de INDAP y el municipio de Putaendo, donde hice una serie de cursos y obtuve las herramientas que necesitaba. Luego vino una larga lucha por obtener la resolución sanitaria, la que logré con insistencia y trabajo. De ahí me fui para arriba con las ventas y se me abrieron todas las puertas”.
El caballito de batalla
Con el manjar partió hace aproximadamente cuatro años: “Busqué asesoría técnica, aprendí la elaboración del producto y se convirtió en todo un éxito. Es un producto con 100% leche de cabra. Me lo piden de todas partes, principalmente en invierno. Actualmente tenemos el reconocimiento de nuestros clientes por la calidad de nuestros productos”.
El anhelo que hoy tiene Marisol es encontrar mercados permanentes, dentro o fuera del país, que le permitan dedicarse exclusivamente a la producción de su innovador manjar, su gran caballito de batalla: “Me gustaría participar en ruedas de negocios o una gira al extranjero para mostrar la calidad de mi manjar. Ya sé producir, ahora necesito apoyo profesional para la comercialización”, afirma con seguridad Marisol, quien en 2014 fue premiada por BancoEstado como una de las mejores emprendedoras rurales del país y además cuenta con certificación de buenas prácticas en sus procesos.
Para lograr sus propósitos, Marisol se dedica exclusivamente a la producción, mientras su marido, hoy radicado en Santiago, se encarga de todo lo que tenga que ver con la comercialización, junto a su hija Lina, contadora auditora y que ve los aspectos tributarios de la empresa, y Arianne, quien apoya en las ferias y está estudiando medicina veterinaria para, a mediano plazo, involucrarse en el manejo del ganado y potenciar la producción.
Sueños por concretar
Pero los sueños no se quedan ahí. Los planes de esta emprendedora son buscar financiamiento para desarrollar leche de cabra en polvo, postres como arroz o sémola con leche y helados, siguiendo con su tendencia de productos saludables. Con su marido también están haciendo algunas gestiones para explorar los mercados de Perú y Canadá, a pequeña escala.
La leche caprina es considerada un alimento funcional e hipoalergénico, porque su lactosa es mejor tolerada por quienes sufren de intolerancia a la leche de vaca. El majar de leche de cabra, en particular, es un alimento muy nutritivo, ya que posee más calcio, vitamina A y potasio que la leche de vaca, además de un suave y delicioso sabor que lo hace recomendable para el consumo de adultos mayores. “Esto es lo mejor que me pudo hacer pasado: Trabajar con estos hermosos animales para contribuir a la salud de las personas”, concluye Marisol.